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Osteopatía 

Equilibrio osteomuscular de plena función

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¿Qué es la osteopatía y para qué sirve?

La osteopatía es una terapia que atiende al paciente de manera integral, rastreando la causa del síntoma. Busca devolver el equilibrio del cuerpo para que todos los órganos y sistemas funcionen como deben para recuperar y conservar la salud.

La osteopatía atiende al indivíduo de forma global. El osteópata busca la óptima movilidad en los diferentes tejidos y órganos, apoyado en leyes fisiológicas, neurológicas y biomecánicas que unen el cuerpo en su entidad anatómica.

El objetivo de la osteopatía es reactivar, a través de estímulos y técnicas de normalización, los procesos de autorregulación y autodefensa endógenos que, con frecuencia, se encuentran mermados por nuestro modo de vida. Actuamos sobre la causa, no sobre el síntoma

¿Cómo es una sesión de osteopatía?

La sesión comienza con una entrevista personal para que el osteópata tenga una visión global del indivíduo. La anamnesis del paciente no sólo se centra en su situación actual, sino que aborda todos los aspectos físicos de la persona como por ejemplo a nivel motor, circulatorio, endocrino, digestivo, respiratorio, emocional, etc. 

Esto es esencial para tener una primera impresión de la persona y del síntoma que padece, y así como las perspectivas que tenemos para su tratamiento.

No te asustes si te preguntamos, en caso de una mujer paciente, si es regular  cada período menstrual, si se acompaña de dolores de cabeza o lumbalgias, o si tuviste alguna caída cuando eras pequeño. Todo la historia de traumatismos es muy importante para hacer un buen diagnóstico.

Un buen osteópata también basa su diagnóstico en la visión y análisis de pruebas de imagen como radiografía, resonancia magnética, ecografía, gammagrafía y pruebas analíticas.

Seguidamente acompaña una exploración inicial. Esta exploración puede variar mucho dependiendo del osteópata que tengas delante. A menudo se observa la postura, para luego pasar a explorar en el cuerpo todo tipo de signos que puedan darnos una idea de las zonas del cuerpo en las que puede haber falta de movimiento.

Recuerda que ese es justamente el signo principal que el osteópata busca con sus manos: todo tipo de señales que le hacen pensar que ahí hay una dificultad para el movimiento, pues ahí seguramente la circulación nerviosa y sanguínea está impedida, lo cual sin duda será la causa principal de tu malestar, enfermedad o síntoma.

El osteópata, mientras te explora, parte de la idea de que todo trastorno puede estar relacionado con cualquier sistema del cuerpo, esté donde esté ubicado. Es decir: si, por ejemplo, nos duele la columna lumbar, puede tener una relación con que tu sistema digestivo tenga dificultades, quizá padezcas estreñimiento, o diarreas, alteraciones menstruales, etc. Este ejemplo sirve para entender que el tratamiento puede estar dirigido hacia un lugar diferente al que te duele.

El osteópata piensa en global, nunca relaciona un síntoma con esa zona donde se manifiesta. Tu síntoma es la víctima, el osteópata busca la disfunción orgánica culpable.

 

 

 

 

Es por ello que, en una sesión de osteopatía, el osteópata puede explorar y tratar zonas habituales, como son:

  • El cráneo.

  • La pelvis.

  • El sistema digestivo.

  • La columna vertebral.

  • Las extremidades

Esto es una gran ventaja, ya que, a menudo, nos llegan pacientes que ya han visitado otro tipo de profesionales y no han encontrado mejora, porque se limitan a explorar y tratar sólo allí donde nos duele, con lo que el síntoma suele volver.

Con respecto a las técnicas que usamos, no creas que vas a ir a un acomodador de huesos, que solo manipula todo lo que se tope en su camino. Un buen osteópata, ajusta, no manipula: es un diálogo con el tejido (visceral, piel, músculo, craneal). Vemos cómo se mueve y, si hay alguna restricción, la corregimos.

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El origen de la osteopatía

Andrew Taylor Still fue el padre de la osteopatía. Nació el 6 de agosto de 1829 en Jonesborough, en Virgina, EEUU. Su padre, Abram, era médico y pastor metodista, y lo inició de muy joven en medicina. Al ser nativo del Middle West norteamericano, vivió duramente entro los indios y la naturaleza, lo cual lo marcó en todas sus concepciones.

En un día caluroso del año 1838, un muchacho de diez años ayudaba a su padre en la labranza del campo en una pequeña granja en la frontera del noreste de Missouri (USA). Durante varias horas, un fuerte dolor de cabeza le había estado molestando.


Al medio día, mientras alimentaban a los caballos, decidió que un poco de descanso a la sombra de un árbol le aliviaría. Cuando buscaba un sitio para ponerse cómodo, se fijó en una cuerda de labranza colgada de la rama de un árbol. Superando la ingenuidad de la época, dio forma a la cuerda para hacer un lazo suspendido entre dos árboles, ofreciéndole una almohada para mecerse.

 

Al tumbarse sobre su espalda con la presión de la improvisada almohada por debajo de su cuello, percibió un alivio casi instantáneo del dolor de cabeza. En breve, se quedó dormido. Cuando se despertó después de unos minutos, se quedó sorprendido al percibir que cualquier rastro del dolor de cabeza había desaparecido.

Joven, emprende estudios de medicina en Kansas City, en el College of Physicians and Surgeons (Missouri). Participa en la Guerra de Secesión como médico cirujano. En este período, Still se subleva ante su impotencia médica para aliviar a los heridos. Después de la guerra, decide volver a estudiar la anatomía y la fisiología para intentar comprender mejor al cuerpo humano. Había adquirido la convicción de que la absorción de medicamentos presenta inconvenientes para sus pacientes.

Sobrevino un drama, que será detonante y modificará para siempre su concepto.


En 1864, una epidemia de meningitis cerebro-espinal causó estragos. Andrew Still pierde a varios de sus pacientes y a tres de sus hijos. Nota en ellos que todos presentaban importantes dolores dorsales. El 22 de junio de 1874, cura a un niño que sufría una disenteria hemorrágica, una enfermedad infecciosa que se caracteriza por la inflamación y ulceración del intestino grueso, acompañada de fiebre, dolor abdominal y diarreas.

Comprueba que el abdomen esta frío, mientras que la parte baja de la espalda está muy caliente. Comprende que las contracturas de la espalda están relacionadas con un mal funcionamiento del intestino. Entonces moviliza al niño y al día siguiente la madre, maravillada, anuncia a Still que su hijo está curado.

“Para ser osteópata debes estudiar y conocer la exacta formación del cuerpo humano, saber localizar exactamente cada hueso, nervio, fibra, músculo y órgano, el origen, su recorrido y la circulación de todos los líquidos del cuerpo, la relación entre ellos y la función que tiene cada uno en mantener la salud -escribe Still-. No solo han de saber localizar la obstrucción, sino saber quitarla para devolver a la máquina vital su movimiento normal. Hacer esto, es ser un osteópata”.

  • Por Damián Carbo

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